the beans in this pot, I will grow another crop.â
The judge pounded his gavel and shouted. âStop this foolishness, and stick to the point. What does an acre of land have to do with this case? Weâre not here to talk about planting beans. And furthermore, who ever heard of growing a crop from beans that are already cooked?â
The Indian shrugged his shoulders, âBut, tata juez ,â he said, âI thought that if you could believe that my clientâs wealth grew from a dozen eggs that were already fried, maybe you would believe I could grow a crop from boiled beans.â
The judge held his gavel in mid-air. He thought for a moment. Then he turned to the two lawyers. âTake your client and get out of my court! This honest man owes him nothing but a dozen eggs.â
âDid you forget something about the eggs, tata juez ?â the old Indian asked.
âOh, yes,â added the judge. âThe eggs must be fried!â
C ÃMO SEMBRAR FRIJOLES COCIDOS
Ãste es el cuento de dos amigos que se criaron juntos en el mismo pueblo. Cuando ya eran grandes, el uno se casó y se quedó en el pueblo, ganándose la vida como podÃa, cultivando sus campos y haciendo cualquier otro trabajito que se le presentara. El otro abandonó el pueblo para trotar por el mundo y probar suerte en el extranjero. Terminó viajando muy lejos. Los amigos no se vieron durante muchos años.
Luego, un año, en la fiesta del pueblo, el amigo poblano se encontró con el amigo viajero. Los viejos amigos se estrecharon la mano.
âQué alegrÃa verteâdijo el amigo poblanoâ. Ven a mi casa. Puedes quedarte conmigo y mi familia esta noche.
Asà que los dos amigos fueron a la casa para pasar la tarde hablando de tiempos pasados. En la mañana el amigo viajero dijo que tenÃa que reunirse con un hombre sobre algún negocio.
âPero vuelvo enseguida âdijo. Metió la mano en el bolsillo y sacó dos monedasâ. Toma estos dos pesos. Ve y compra un docena de huevos. PÃdele a tu esposa que los frÃa para nuestro desayuno. Cuando regrese, comemos todos juntos.
Asà que mientras el uno se fue para su reunión, el otro corrió al mercado para comprar huevos. Su esposa los frió. Pusieron la mesa y aguardaron la llegada del amigo. Al final de una hora, como el amigo no habÃa regresado, el hombre le dijo a su esposa: âEs mejor que comamos los huevos nosotros. Parece que mi amigo ha olvidado regresar.
âPero tu amigo pagó los huevos âdijo la esposaâ. Realmente, no son nuestros.
âYa sé qué voy a hacer âdijo el maridoâ. Tan pronto terminemos el desayuno, voy al mercado y compro otra docena de huevos.
Asà lo hizo. Pero estos huevos no los frieron, sino que el hombre los puso en el nido de una de sus gallinas para que ella los empollara.
âLlevaré la cuenta de todo lo que salga de estos huevos âel hombre dijoây, si algún dÃa vuelvo a ver a mi viejo amigo, lo reparto con él.
La docena de huevos produjo once gallinitas y un gallito. Al final de un año las gallinas ya estaban poniendo sus propios huevos y empollando sus propios pollitos. El hombre vendÃa todos los huevos que podÃa y luego comenzó a vender pollos también.
Con el dinero compró una vaca y la vaca tuvo dos becerritos. Estos crecieron y tuvieron sus propios crÃos.
El hombre vendió algunas vacas y compró borregos. Luego con en dinero obtenido de la venta de las vacas y borregos compró terreno.
Llegó a ser el más rico de esas partes, pero siempre decÃa a todos: âUna parte de todo esto es de mi viejo amigo. Proviene de su docena de huevos. Si vuelvo a verlo, voy a darle la mitad.
Diez años después, en la fiesta del pueblo, los amigos se volvieron a encontrar. Como en la otra ocasión, se dieron la mano y el que residÃa en el pueblo invitó al otro a pasar la noche en su